martes, 30 de diciembre de 2008

El insomnio - Alejandro Dolina


Copiado textualmente de su programa radial "La Venganza Será Terrible" en "Consejos para combatir el insomnio"

Mire doctor, yo tenía el problema del insomnio. No me podía dormir, no me podía dormir y no me podía dormir!. Y el insomnio empezó a producirme problemas en la cabeza. Crisis de identidad. Yo no sabía quién era, por no dormir.

Las noches pasaban, amanecía y yo desesperado no sabía quién era. Le preguntaba a la gente: “¿Quién soy? ¿quién soy?” Pero la gente me miraba raro.
Y así deambulé sin saber quién era hasta que superé el problema. ¿Sabe cómo? Dejó de importarme quién era yo.

Porque después me dije: ¿Qué sentido tiene decir “yo, soy yo, que arrastro una historia”. Después de todo somos únicamente el presente; este ápice vertiginosos que es el presente, este ápice vertiginosos del tiempo. ¿Qué sentido tiene ir arrastrando el pasado como prueba de quién somos?
me dije. Entonces comenzó a no me importarme nada.

-¿Cómo se llama? -me preguntaban.
-Nada.
-¿Quién sos?
-Éste -respondía.
-¿Quién sos?
-Yo!! -contestaba.
-¿Quién fuiste ayer?
-No sé.

Y fui tan feliz!!. Me quisieron como nunca. ¿Y sabe por qué? Porque no hacía proyectos, no contaba anécdotas; solamente me deslizaba por el presente como un equilibrista, huyendo del pasado a pasitos cortos, pero sin correr mucho para no atropellarme el futuro. Con esa prudencia que tiene el que vive el presente, para no llevarse colgado el pasado y para no atropellar lo que viene. Y fui feliz.

Pero un día me quedé dormido. Sí, dormí bien. Estaba tan tranquilo y tan feliz que, desaparecidas las preocupaciones, sin saber quién era, dormí bien. Y con el buen dormir vino el recuerdo. Y con el recuerdo ya fui alguien; y ahí se arruinó todo. Esta felicidad irresponsable de no ser nadie; este arrastrarse por el alambre del presente terminó por uno o dos buenos “apolillos”.
Y entonces me acordé. Y entonces supe que algunas cosas las había perdido. Supe que algunas cosas no me ocurrirían nunca más. No solo me acordé sino que empecé a hacer proyectos. Y a preocuparme. Y a temerle al futuro porque adivinaba que allí había amenazas. Y ya no fui feliz.
-¿Y esto le trajo alguna consecuencia? - consultó mi psicoanalista.
-Si, el insomnio doctor.

Gracias Negro por contagiarnos tu insomnio.

Un cuento que me gustó...

Ahí va esto, con permiso de su autora. Mendocinos, a ver si le damos un poco más de bola a nuestra literatura. Y a ver que les parece...

El Ventanal

Las paredes eran altas, carecían de ventanas y estaban cerradas. Se escuchaba muy fuerte un silencio perturbador. Las manos ya estaban olvidadas, los brazos no del todo. Era extraño. Quizás rendidos, habían olvidado luchar por la libertad. Una libertad de la que gozaban los ojos. Entonces, por primera vez a lo mejor, se sintió libre en la pequeña habitación.

Hacía un camión de tiempo que la buscaba a ella, mirando a través de la mirilla de la pesada puerta de hierro (todo invertido y lejano... chiquito). Por entre su ropa de 40% de algodón la buscó con la mirada, pero nada. ¿Cuánto tiempo había pasado, cuánto? No podía ser más de unas pocas horas, ya que nadie había abierto la puerta y él ni siquiera sentía hambre. Pero hacía años, sin embargo, eso era lo loco, que hacía años que carecía de la imagen de ella y en todos esos años jamás había descubierto el enorme ventanal de su habitación vacía. En puntas de pie vio un bosque de eucaliptos añejos, aspiró el perfume de los trompitos secos que veía claramente amontonarse sobre el césped. Por detrás, varios edificios, núbeos edificios blancos separados por jardines con flores. A cada construcción correspondía una puerta de vidrio con cortinas semicerradas. ¿Qué pasaría dentro de ellas? Algunas personas dormían sobre el pasto, soñaban con Belgrano y sus patillas prominentes. Otras paseaban por los jardines maldiciendo a sus zapatos, entrecruzando alguna mirada. Todas en realidad se volvían sombras perdidas en medio de un oscurecer diario y lascerante.

¿Dónde estaría ella? Lo había acompañado un diescisiete de otoño hasta la puerta de ese lugar pequeño, de paredes blandas donde por tanto tiempo el no había podido descubrir el ventanal que se tendía a su espalda. Hasta ese día, hasta ese precioso minuto 43.

Quería verla. Tenía que dejarse ver por la ventana. Para algo existen las ventanas. Al novilunio le siguió una intensa lluvia, a ésta un gato barcino corriendo a un ave fénix, luego una tarde fría. Él siempre mirando apenas, en puntas de pie hacia la nada, esperándola los 27 meses de cada año, los 365 días de cada hora.

La luz cegadora apareció arrastrada por un sonido de llaves que giran, quedó en sus pupilas por escasos cinco días que parecieron segundos y al extinguirse dejó recortada la figura de ella. Así, sin brazos, escapó por la puerta y corrió a abrazarla. Los edificios sucumbieron mudos a su lado, los jardines exhalaron su último aire de vida, las cortinas nerviosamente crepitaron, todo se ahogó bajo las llamas que no quemaban. Pausadamente ella desató la camisa, él recuperó sus manos y se las entregó. De la única manera que se deja un sueño atrás, abrió los ojos, se sintió libre por segunda vez creo y juntos se alejaron. Tratando de no voltear lo hizo, detrás del enorme ventanal pudo verse sonreír. Dentro de una habitación un hombre de espaldas, en puntas de pie sonríe. Mirando alejarse a la pareja, cierra la ventana y desaparece entre cuatro paredes negras, descascaradas, ciegas...

Rosa Jurado.

Es la historia de un hombre...

Es la historia de un hombre que lo sabe todo, lo vio todo (incluso su propia nuca). Un hombre que caminó todos los caminos, un hombre que vio nacer y crecer al espacio-tiempo, con sus ojos arrugados por los años. Es la historia de un hombre que amó a todas las mujeres y a todos los hombres, cientos de veces a cada uno. Es la historia de un hombre que muta todo el tiempo, que lo fue todo. Es la historia de un hombre que muere y renace constantemente, para volver a ver todo lo que vio, volver a caminar lo que caminó, para volver a amar todo lo que amó, para volver a ser todo lo que fue...

Es una historia demasiado larga, asi que no se las voy a contar.