martes, 30 de diciembre de 2008

Un cuento que me gustó...

Ahí va esto, con permiso de su autora. Mendocinos, a ver si le damos un poco más de bola a nuestra literatura. Y a ver que les parece...

El Ventanal

Las paredes eran altas, carecían de ventanas y estaban cerradas. Se escuchaba muy fuerte un silencio perturbador. Las manos ya estaban olvidadas, los brazos no del todo. Era extraño. Quizás rendidos, habían olvidado luchar por la libertad. Una libertad de la que gozaban los ojos. Entonces, por primera vez a lo mejor, se sintió libre en la pequeña habitación.

Hacía un camión de tiempo que la buscaba a ella, mirando a través de la mirilla de la pesada puerta de hierro (todo invertido y lejano... chiquito). Por entre su ropa de 40% de algodón la buscó con la mirada, pero nada. ¿Cuánto tiempo había pasado, cuánto? No podía ser más de unas pocas horas, ya que nadie había abierto la puerta y él ni siquiera sentía hambre. Pero hacía años, sin embargo, eso era lo loco, que hacía años que carecía de la imagen de ella y en todos esos años jamás había descubierto el enorme ventanal de su habitación vacía. En puntas de pie vio un bosque de eucaliptos añejos, aspiró el perfume de los trompitos secos que veía claramente amontonarse sobre el césped. Por detrás, varios edificios, núbeos edificios blancos separados por jardines con flores. A cada construcción correspondía una puerta de vidrio con cortinas semicerradas. ¿Qué pasaría dentro de ellas? Algunas personas dormían sobre el pasto, soñaban con Belgrano y sus patillas prominentes. Otras paseaban por los jardines maldiciendo a sus zapatos, entrecruzando alguna mirada. Todas en realidad se volvían sombras perdidas en medio de un oscurecer diario y lascerante.

¿Dónde estaría ella? Lo había acompañado un diescisiete de otoño hasta la puerta de ese lugar pequeño, de paredes blandas donde por tanto tiempo el no había podido descubrir el ventanal que se tendía a su espalda. Hasta ese día, hasta ese precioso minuto 43.

Quería verla. Tenía que dejarse ver por la ventana. Para algo existen las ventanas. Al novilunio le siguió una intensa lluvia, a ésta un gato barcino corriendo a un ave fénix, luego una tarde fría. Él siempre mirando apenas, en puntas de pie hacia la nada, esperándola los 27 meses de cada año, los 365 días de cada hora.

La luz cegadora apareció arrastrada por un sonido de llaves que giran, quedó en sus pupilas por escasos cinco días que parecieron segundos y al extinguirse dejó recortada la figura de ella. Así, sin brazos, escapó por la puerta y corrió a abrazarla. Los edificios sucumbieron mudos a su lado, los jardines exhalaron su último aire de vida, las cortinas nerviosamente crepitaron, todo se ahogó bajo las llamas que no quemaban. Pausadamente ella desató la camisa, él recuperó sus manos y se las entregó. De la única manera que se deja un sueño atrás, abrió los ojos, se sintió libre por segunda vez creo y juntos se alejaron. Tratando de no voltear lo hizo, detrás del enorme ventanal pudo verse sonreír. Dentro de una habitación un hombre de espaldas, en puntas de pie sonríe. Mirando alejarse a la pareja, cierra la ventana y desaparece entre cuatro paredes negras, descascaradas, ciegas...

Rosa Jurado.

1 comentario:

  1. raro, pero me gusta...
    ultimamente me estas pasando muchas cosas lindas pa leer

    la verdad qe es nuevo esto para mi... no sabía qe hubiera buena literatura mendocina, muy mal de mi parte no informarme, lo sé...


    pero bueh, en fin, gracias x alimentar mi gusto x las letras jaja

    saludos qerido!

    tqmm

    niko =)

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